«Aunque la mona se vista de seda, mona se queda» es una de esas frases hechas, que hemos escuchado, dicho o leído en alguna ocasión, pero que tiene un origen incierto y al cual no se le puede asignar a una sola persona o hecho, encontrándose referencias a la misma en diferentes obras de diferentes épocas y autores.
Aquí tenéis algunos ejemplos:
Esopo , ( Grecia, siglo VII adC), en una de sus fábulas nos cuenta:
(…)Un faraón egipcio que ordenó que varias monas aprendieran a bailar. Su maestro de baile les enseñó a dar varios pasos de baile, y cuando ya estuvieron listas las presentaron en público. Las vistieron muy elegantes de seda. Todo comenzó muy bien, y las monas bailaban al compás de la música. Sin embargo, uno del público tuvo la ocurrencia de aventarles unas nueces. Al ver el alimento, los animales rompieron la formación y se fueron tras ellas. Entonces el público comenzó también a tirarles más nueces y todo acabó en un gran desastre: ya no bailaron, lo que les importaba era alimentarse. Y termina diciendo Esopo que “aunque la mona se vista de seda, ¡en simple mona se queda!” (…)
Luciano de Samósata (Siria, siglo II) también utiliza un termino similar en uno de sus “Dialogos” en el que dice:
“La mona siempre es mona, incluso si se viste de púrpura”
Erasmo de Rótterdam (Países Bajos, siglo XV-XVI) escribió un divertimento dedicado a Tomás Moro titulado “Elogio de la locura”. En él escribe:
(…)Si, por casualidad, alguna mujer quisiese ser tenida por sabia, no conseguiría sino ser doblemente necia, al modo de aquel que, pese a Minerva, se empeñase en hacer entrar a un buey en la palestra, según dice el proverbio. Efectivamente, duplica su defecto aquel que en contra de la naturaleza desvía su inclinación y remeda el aspecto de la aptitud. Del mismo modo que, conforme al proverbio griego, «aunque la mona se vista de púrpura, mona se queda», así la mujer será siempre mujer; es decir, estúpida, sea cual fuere el disfraz que adopte.(…)
Y ya en el siglo XVIII nos encontramos con Tomás de Iriarte que en su fábula “La Mona” dice así:
Hay trajes propios de algunas profesiones literarias,
con los cuales aparentan muchos el talento que no tienen
Aunque se vista de seda
la mona, mona se queda.
El refrán lo dice así;
yo también lo diré aquí,
y con eso lo verán
en fábula y en refrán.
Un traje de colorines,
como el de los matachines,
cierta mona se vistió;
aunque más bien creo yo
que su amo la vestiría,
porque difícil sería que tela
y sastre encontrase.
El refrán lo dice: pase.
Viéndose ya tan galana,
saltó por una ventana
al tejado de un vecino,
y de allí tomó el camino
para volverse a Tetuán.
Esto no dice el refrán,
pero lo dice una historia
de que apenas hay memoria,
por ser el autor muy raro;
y poner el hecho en claro
no le habrá costado poco.
Él no supo, ni tampoco
he podido saber yo,
si la mona se embarcó,
o si rodeó tal vez
por el ismo de Süez.
Lo que averiguado está
es que, por fin, llegó allá.
Viose la señora mía
en la amable compañía
de tanta mona desnuda;
y cada cual la saluda
como a un alto personaje,
admirándose del traje,
y suponiendo sería
mucha la sabiduría,
ingenio y tino mental
del petimetre animal.
Opinan luego al instante,
y nemine discrepante,
que a la nueva compañera
la dirección se confiera
de cierta gran correría
con que buscar se debía,
en aquel país tan vasto,
la provisión para el gasto
de toda la mona tropa.
(¡Lo que es tener buena ropa!)
La directora, marchando
con las huestes de su mando,
perdió no sólo el camino,
sino, lo que es más, el tino;
y sus necias compañeras
atravesaron laderas,bosques,
valles, cerros, llanos,
desiertos, ríos, pantanos;
y al cabo de la jornada,ninguna dio palotada;
¡y eso que en toda su vida
hicieron otra salida
en que fuese el capitán
más tieso ni más galán!
Por poco no queda mona
a vida con la intentona;
y vieron por experiencia
que la ropa no da ciencia.
Pero, sin ir a Tetuán,
también acá se hallarán
monos que, aunque se vistan de estudiantes,
se han de quedar lo mismo que eran antes.
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